Más de sesenta profesionales de notables perfiles comenzaron el viernes 9 de mayo a cursar las maestrías que imparte la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral. Con los 14 alumnos que iniciaron el doctorado en la nueva época del doctorado en comunicación suman una población de alumnos de posgrado en comunicación que me suena única en la Argentina.
Al darles la bienvenida compartí con ellos tres ideas que resumo así:
La comunicación se ha convertido en una de las disciplinas más requeridas por todos los campos profesionales. Si hace poco estuvo confinada a un dirección o gerencia de las empresas, hoy desde las áreas de recursos humanos y de marketing hasta la alta dirección le piden a la comunicación la solución de sus problemas, se llamen estos crisis públicas, relaciones con los gobiernos, clima organizacional, negocación con los sindicatos o cambio cultural. Y no sólo las empresas, evidentemente, también la política, la cultura, el Estado o las organizaciones sociales han ubicado a la comunicación en el lugar de una koiné.
Algo similar sucede en el sector de los contenidos. Antes eran algo exclusivo de los medios o de las industrias creativas, pero hoy las marcas o las instituciones políticas generan contenidos. Y abundan las producciones amateur, los user generated contents y los free lancers.
La primera idea es: cuando la comunicación se hizo más universal y todos opinan sobre ella y creen entender de ella se necesita como nunca expertos. Nunca como ahora la gestión de la comunicación y la gestión de los contenidos fueron tan complejos, ni las decisiones en la materia tuvieron consecuencias tan extendidas.
Esta idea lleva a la otra. El enemigo es el lugar común. Que la comunicación sea un saber experto quiere decir que el especialista en comunicación no se detiene en la respuesta obvia o de sentido común, ni siquiera en el sentido común de los oficios de comunicación. Los periodistas, por ejemplo, suelen ser los últimos en advertir la crisis de legitimidad que sufre la profesión. Hacen falta nuevos marcos explicativos para problemas nuevos. De las ideas de siempre surgen las propuestas de siempre. Hoy ni las industrias creativas, como la publicitaria, tienen tiempo para pensar fuera de la caja: la innovación no cuenta con el mínimo de calma que exige innovar.
La tercera idea es, en consecuencia, que necesitamos seguir aprendiendo. La comunicación es una profesión de formación continua, no queda otra. Basta mirar un poco para atrás en la evolución de las tecnologías, de las organizaciones o de las prácticas culturales. Pero, ¿qué significa aprender? Aprender significa introducir un cambio en nuestra cognición o, incluso, en nuestra actitud. Aprender es cambiar. Hoy las ciencias cognitivas explican la innovación y el cambio de marco explicativo a partir de la proliferación. Cuantas más teorías, conjeturas o ideas se barajen es más probable contar con los recursos adecuados a la situación nueva que se nos presenta cada vez.
De modo que pensar la gestión de la comunicación o de los contenidos como una expertise, que lleva a superar el sentido común y exige un aprendizaje continuo es lo que les dije a los nuevos alumnos de la Maestría en Gestión de la Comunicación en las Organizaciones y de la Maestría en Gestión de Contenidos de la Austral, que, by the way, inauguraron magnífica nueva sede en Cerrito y Juncal.